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Con los rápidos acontecimientos que se están produciendo a escala mundial con la aparición de la pandemia de coronavirus, crece la preocupación sobre cómo afectarán a los recientes esfuerzos y compromisos hacia una economía energética más limpia. La crisis del COVID-19 está afectando a todos los aspectos de la economía, con enormes repercusiones en los mercados energéticos.
A medida que se han ido cerrando países en todo el mundo y aplicando cuarentenas y restricciones de viaje más estrictas, las imágenes por satélite muestran una notable reducción de la contaminación atmosférica. Sin embargo, los expertos señalan que estos descensos son sólo temporales.
En los últimos años, el desarrollo sostenible y el cambio climático han ocupado un lugar destacado en las agendas estratégicas de las empresas. compromisos públicos de transición hacia soluciones energéticas limpias y renovables, algunas incluso prometiendo hasta 100% de energía limpia para sus operaciones. La cuestión es si estos objetivos seguirán siendo una prioridad, dado que muchas organizaciones pueden enfrentarse a otros retos acuciantes, como mantener a su plantilla, abordar los problemas de salud social o garantizar su viabilidad empresarial a largo plazo.
Alteraciones en la cadena mundial de suministro y nuevos modelos de trabajo
La demanda de energía es impredecible y, dado que la reducción de los precios del petróleo y el gas probablemente contendrá los precios mayoristas de la electricidad, esto pondrá a prueba si las empresas mantendrán su ritmo de adopción de renovables. Además, el efecto desconocido en la demanda empresarial de las interrupciones en la cadena mundial de suministro, la reducción de los viajes y los cambios en el consumo y los nuevos modelos de trabajo pueden dificultar la obtención de capital y financiación para futuros proyectos de energías renovables.
Quizá el compromiso con las energías limpias no se vea mermado tras la crisis de COVID-19 debido a que muchas empresas que lideran la contratación de renovables son gigantes tecnológicos como Google y Microsoft, que disfrutan de grandes márgenes de beneficio y quizá no se vean tan afectados. Por otro lado, pueden entrar en juego nuevos cambios de paradigma en los que las cadenas de suministro globales e internacionales se cuestionen o se interrumpan y prevalezcan las dinámicas locales.
Los beneficios a largo plazo de las energías renovables serán difíciles de ignorar, y las iniciativas positivas, como la sustitución de los productos derivados del petróleo por alternativas de origen vegetal y marino, deben continuar.
Al menos este año, el catalizador que impulsa las energías limpias y los reducción del carbono no han resultado ser nuestros líderes mundiales, ni los directores generales de las grandes empresas, sino la propia naturaleza.
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