Han pasado unas semanas desde que Europa se ha enfrentado a su peor conflicto militar desde la Segunda Guerra Mundial, cambiando el panorama del continente sobre la transición energética y las decisiones de los inversores. La invasión rusa de Ucrania ha puesto de manifiesto la incapacidad de los gestores de fondos para ver los riesgos que una guerra podría suponer para sus carteras. Muchos dólares estadounidenses y euros están invertidos en Rusia y hay grandes interrogantes sobre la eficacia de las estrategias ESG.
Según datos de Bloomberg, los fondos ESG tenían $8.300 millones invertidos en Rusia a 24 de febrero, justo antes de la invasión, y unos 14% de los fondos de inversión sostenible están directamente expuestos a Rusia, según Morningstar Inc. Desde entonces, los mercados han empeorado y ahora se afirma que el mercado ruso es "ininvertible". Los inversores medioambientales, sociales y de gobernanza se enfrentan a dilemas, mientras que muchos propietarios de activos intentan ahora vender las participaciones rusas a cualquier precio, ya que el país se enfrenta al aislamiento financiero debido a las sanciones internacionales.
Las grandes empresas de inversión acaban de tomar medidas para distanciarse del mercado ruso y es la primera vez que los grupos de interés corporativos redirigen las cadenas de suministro para evitar el suelo, los recursos y los sistemas financieros del país.
Por ejemplo, BP Plc, presionada por el gobierno británico, está vendiendo su participación de casi 20% en Rosneft PJSC. La empresa fue propietaria de la participación durante cerca de una década y representaba aproximadamente un tercio de la producción de petróleo y gas de BP, según informa la CNBC. Además, el Stichting Pensioenfonds ABP, de 539.000 millones de euros, con sede en Heerlen, ya había reducido sus participaciones rusas a menos de 0,1% en el momento de la invasión de Ucrania, y el Fondo de Pensiones Global del Gobierno de Noruega, con 12,34 billones de coronas noruegas, gestionado por Norges Bank Investment Management, congeló sus inversiones rusas a petición del ministro de Finanzas del país.
Sin embargo, el aislamiento financiero de Rusia se convirtió en el detonante de una creciente crisis energética, que no hace sino empeorar las cosas. Rusia es el mayor proveedor de gas, crudo y carbón de la UE, con 40% de la energía europea. Rusia también es responsable de 7% de las exportaciones mundiales de níquel y alrededor de 6% de las exportaciones mundiales de aluminio, por lo que existe un riesgo significativo de interrupción del suministro. Tanto el precio del níquel como el del aluminio han subido a medida que se desarrolla la crisis.
Estados Unidos y el Reino Unido han anunciado sus planes de prohibir las importaciones de petróleo ruso y la Unión Europea está tomando medidas para reducir su dependencia del gas ruso. Al mismo tiempo, esta decisión está poniendo en riesgo económico a los países europeos y las soluciones energéticas sostenibles no pueden reaccionar de forma instantánea para llenar el vacío. Europa ya estaba tomando medidas para alcanzar su objetivo de energía neta cero, pero ahora estos planes deben aplicarse exponencialmente más rápido, principalmente triplicando la capacidad eólica y solar instalada.
Mientras los gobiernos se afanan por encontrar fuentes alternativas para satisfacer la demanda, la mayor lección que han aprendido los inversores en ASG es actuar antes de que estalle la guerra, porque se trata claramente de una cuestión de enorme impacto financiero.
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