Nikos Avlonas
Presidente y fundador del Centro de Sostenibilidad y Excelencia (CSE)
A lo largo de nuestra vida hay una plétora de productos que se fabrican en países lejanos en condiciones que desconocemos, desde ropa hasta aparatos eléctricos. Se están detectando graves problemas en las cadenas de suministro multinacionales que operan a escala mundial, sobre todo en el ámbito de la violación de los derechos humanos y básicos, que afectan a la salud y la seguridad de las personas, así como al medio ambiente.
Se ha demostrado, por ejemplo, que las condiciones laborales de la cadena de suministro pueden describirse a través de duras condiciones de trabajo y presiones para reducir los costes laborales, frecuentes violaciones de los derechos humanos, aplicación de horas extraordinarias, trabajo infantil, discriminación, acoso sexual, exposición a sustancias tóxicas y sanciones impuestas a los trabajadores que intentan formar sindicatos.
Desgraciadamente, son pocas las leyes nacionales que se han introducido para acabar con estas prácticas, con la excepción de Francia, donde en 2017 se votó una ley que compromete a las empresas con obligaciones legales hacia sus filiales y sus proveedores en caso de violaciones de los derechos humanos y destrucción del medio ambiente. La Ley se introdujo tras una serie de graves sucesos que crearon indignación pública internacional, como el derrumbe del Rana Plaza y los incendios en las fábricas de Bangladesh y Pakistán, que causaron la muerte de más de 1500 personas.
La nueva Ley francesa aplica el corporativo deber de vigilancia que reconoce la responsabilidad jurídica de las empresas una responsabilidad que se extiende a sus situaciones de externalización externa, sus filiales, sus contratistas y sus proveedores en los casos de violación de los derechos humanos y de impactos medioambientales negativos. Paralelamente, la Ley aborda la complejidad jurídica de las empresas multinacionales, así como las diferentes relaciones comerciales en las que pueden verse envueltas con otros socios.
La Ley, fruto del trabajo de largas campañas públicas, es un gran paso adelante y más concretamente en la lucha contra la falta de consecuencias y castigos a las multinacionales y otras empresas que violan los derechos de sus trabajadores, de las comunidades locales en las que operan y de la contaminación que generan a nivel global. A pesar de ello, hubo una gran presión por parte del sector privado en contra de la Ley, lo que retrasó la aprobación de la misma y en algunos aspectos redujo el contexto en el que se podría aplicar la ley (por ejemplo, se anuló el artículo relativo a las grandes sanciones a los CEOs de las empresas).
Pero lo cierto es que esta ley sentó las bases de una legislación internacional más amplia y vinculante, y desencadenó negociaciones en las Naciones Unidas sobre la creación de un instrumento internacional jurídicamente vinculante que implicara a las empresas multinacionales en el pleno cumplimiento de los derechos humanos y otros temas de RC.
Por desgracia, no existen muchas leyes similares en el resto del mundo. Los gobiernos suelen mostrarse reacios a regular el funcionamiento de las empresas multinacionales en sus cadenas de suministro mundiales. Sin embargo, este tipo de disposiciones sería beneficioso y rentable para las empresas que quieren hacer lo correcto, sin que ello signifique que serán superadas por sus competidoras que no lo hacen. Un ejemplo de ello es Manzana que tiene graves problemas de incumplimiento de las buenas prácticas laborales en China.
En el contexto de un mercado global, las empresas son ahora juzgadas y evaluadas en función del respeto que han demostrado en los principios globales de responsabilidad social y medioambiental y también de cara a todas sus partes interesadas. Se ha demostrado que las empresas éticas que operan con transparencia son recompensadas por clientes y consumidores, y así lo han verificado encuestas mundiales.
Es posible que la iniciativa de Francia sirva de ejemplo para que otros países avanzados promulguen sus propias leyes, pero lo que se necesita es una legislación mundial, vinculante y no sólo como recomendación, una norma mundial para la protección de los derechos humanos en las cadenas de suministro. En esta dirección, la Organización Internacional del Trabajo pretende crear un nuevo Tratado multinacional. El objetivo es reforzar y hacer obligatorio que las multinacionales y otras organizaciones se responsabilicen de sus subcontratistas, especialmente en los países en desarrollo, con el fin de promover unas Empresas Sostenibles.